viernes, 29 de enero de 2010

La Navidad de la historia

El anhelo hondo y firme
que guardaba en secreto
el corazón del primer ser humano.

La lluvia que esperaban
los pueblos de la historia
cuando los azotaba la sequía.

El guardián fuerte
que el hombre de las cavernas
clamaba sin imágenes
cuando era cercado por las fieras.

La misericordia
que suplicaban los rostros
de las naciones derrotadas.

La luz clara
que ya veían resignada
los ojos del ciego.

El escudo que buscaban
como a los pechos de su madre
los brazos acorralados
de quien era apuntado por la flecha.

El milagro imposible
que mantenía en pie
las almas que caminaban al Seol.

El consuelo cierto
que tardaba en llegar
al frágil niño abandonado.

La moneda regalada
de la cual pende
la vida del hambriento y
la sed del pobre.

La verdad rechazada
por quienes temen
perder la vida que conocen,
desolados de angustia.

Jesús,
niño pequeño de Belén,
Dios creó nuestro corazón
para esperarte.

¿Cómo contener esta corriente de alegría?
¿Cómo apagar el sol de mediatarde?
¡Has venido por fin a nosotros!

Tú eres la promesa inscrita
en todo corazón humano,
en cada hora de la historia.

¡Cuántos reyes quisieron verte!
¡Cuántos humildes esperaron ver
lo que mis indignos ojos,
por infinita bondad divina,
contemplan este día dorado!

Seas eternamente bendito
por esta pobre alma
salvada de sus angustias;
extraviada, hasta que viniste a vivir con nosotros.

02-01-2010

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